Jugar no sólo es cosa de infancia

El juego es indispensable para la etapa de infancia y la niñez del ser humano, gracias a la aportación de imaginación, desarrollo de roles, resolución de conflictos, sociabilización, etc., favorece el crecimiento y el desarrollo de cada individuo. Muchos científicos han optado por estudiar “el juego” desde una perspectiva Etológica y de su aplicación a la vida humana.

Piaget, célebre psicólogo caracterizado por sus estudios en la infancia y el desarrollo cognitivo, clasificó los juegos en 4 categorías: motor, simbólico, de reglas y de construcción. Descartando los “juegos de construcción”, las otras categorías corresponden, cada una, a las estructuras de cada etapa de la evolución intelectual del niño. Por lo que existen determinadas actividades para cada etapa.

Contrario a Piaget, Vigotsky (psicólogo con aportaciones destacadas en las teorías del desarrollo), definió el juego como una actividad en que las relaciones sociales entre los individuos se reconstruyen sin ningún objetivo ni finalidad utilitaria.

Para este último autor, lo sobresaliente del juego no es la actividad pura. Él se concentra más en el rol que asume el menor dentro del juego y las acciones necesarias para representar este papel. El mejor ejemplo sucede con niños de 3 a 6 años, en los que el juego involucra una reconstrucción social, en cooperación con las interacciones de los adultos, tal y como las entiende el niño.

Por lo que las actividades lúdicas se convierten en una parte vital para especialistas y padres de familia, en la que se pueden observar problemas de desarrollo, emocionales y aspectos psico-motores.